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viernes, septiembre 01, 2006






Finaliza el primero de setiembre.

Con el objeto de celebrar el haber sobrevivido el mes de agosto, se me ocurrió ir a tomar un poco de sol, después de tan crudo invierno acá en el sur.

Mi último paseo fue al Valle Central, de pura casualidad me encontré con la fundación de Santiago.

Hoy sin embargo quería disfrutar del aire cordillerano en total soledad y silencio.
Eché mano a mi mapa y al calendario y elegí la fecha mas disparatada y el lugar más remoto, para lograr tan ansiado retiro.

Se me ocurrió que lo encontraría en la Cordillera de Los Andes, a la altura de Copiapó, elegí el verano de 1536, una fecha que no le dice nada a nadie.

Partí en mi clipper y a poco andar, para mi gran sorpresa, contrariedad y desagrado me encuentro con una expedición compuesta de quinientos españoles y miles de naturales.

A juzgar por el semblante de sus rostros y el deplorable aspecto de sus sirvientes, venían de muy lejos.

Pensé que posiblemente les esperaba un sombrío futuro, al mas puro estilo de Pedro Sarmiento de Gamboa, si bien a esta fecha don Pedro era un mozalbete de cortos cuatro años.

Quise entonces indagar acerca de los aspectos logísticos de tan principal expedición.

Me acerqué al más engalanado, a quien daba la impresión de estar a cargo, le extiendo mi diestra y le digo "Buen día distinguido caballero, Don Nepomucemo, a la orden", a lo que mirándome desde lo alto, montado en fatigado corcel, me contesta el saludo diciendo "Mucho gusto, Diego de Almagro, para servirle".

Me contó que venía del Cusco y venía al Sur a buscar riquezas. Al preguntarle por sus provisiones me contestó que estaban prácticamente agotadas pero confiaba recibir ayuda de tres embarcaciones que desde el Norte traían alimentos, armas, pólvora y refuerzos, además del apoyo ocasional de los indios que encontrara en el camino. Le advertí que aunque parecieran amistosos no se confiara mucho.

Todo esto me pareció muy extraño. Encontraba altamente improbable que estos jinetes y caminantes se fueran a encontrar con la ayuda que venía por el mar sin ningún tipo de comunicación para coordinarse. Me ofrecí para explorar la costa y avisarle si veía algo.

Cada vez que salgo me encuentro con personajes notables, y un poco chiflados.

Veamos en que termina todo esto.

Don Nepo