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viernes, febrero 26, 2010

Festival de Viña

Pacientes lectores,

El Festival de Viña marca el fin del "carnaval" de Febrero. Es la última aserruchada distractora y alientante. Un singular fenómeno. Veo todos los dias un poco, una media hora, lo suficiente para poder disfrutar del fenómeno de los "opinólogos faranduleros", leerlos es un descanso al intelecto porque no hay que pensar nada. Ayer por ejemplo, hice un zapping a las once de la mañana y estaban los cuatro canales chilenos comentando diversos pormenores del festival. Para que decir los noticieros de las nueve. Los primeros veinte minutos dedicados a esta trivialidad. No estoy para emitir juicios ni nada por el estilo, solamente observar que si esta amplia difusion del festival genera tanto rating, es porque es justamente lo que quiere el popular.

Aprovecho entonces de hacerle un copy/paste a un comentario escrito por mi hijo Juan Pablo. El es mas profuso en el empleo de adjetivos y en la emision de juicios.


26 de Febrero

Como es tradición del verano, a fines de febrero la televisión nacional gira en torno a Viña del Mar, en específico a su Festival de la Canción, el cual se realiza en la Quinta Vergara, este año se celebra la versión Nº 51.

Hoy una “periodista” de un programa farandulero alega porque los guardias de un cantante importante le pegaron al intentar acercarse a él, estos faranduleros autodenominados opinólogos, “profesión” de mala muerte, peor que alpargata vieja. A mi criterio el peor insulto que se le puede inferir a una persona es el apelativo de “opinólogo de farándula”.

Centrándome en el tema, gran algarabía armaron estos seres por lo acontecido, exigiendo a viva voz respeto hacia ellos y su “loable profesión”, lo cual visto desde ese punto de vista bastante limitado es coherente y aceptable, sin embargo hay que alzar la mirada y examinar el porque la maltrataron estos guardias.

Estos “periodistas” se dedican a acosar a la gente famosa, intentado averiguar entretelones de poca monta, a tal nivel que al animador del festival a las 3.30 AM, en instancias que iba saliendo en su auto una vez terminada la jornada festivalera lo detuvieron para preguntarle porque no dormía con su polola.

Encuentro que a estos “animales periodísticos” seres que van en retroceso en la escala evolutiva de Darwin se merecen mucho más que un insignificante intercambio de manos, se merecen a lo menos presidio perpetuo.

Si ellos exigen respeto a su “profesión”, ellos deben respetar la vida de las personas, y si su gran meta en la vida es figurar frente a las cámaras, que a todo esto encuentro una meta bastante básica, trivial, vacía, penosa y decadente, que por lo menos lo logren por méritos propios y no colgándose de lo que hicieron o no hicieron otras personas.

Juan Pablo Gumucio Zegers

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